martes, 5 de enero de 2010

Puedo ponerme cursi y decir que tus labios me saben igual que los labios que beso en mis sueños. Puedo ponerme triste y decir que me basta con ser tu enemiga, tu todo, tu esclava, tu fiebre, tu dueña; y si quieres también puedo ser tu estación y tu tren, tu mal y tu bien, tu pan y tu vino, tu pecado, tu Dios, tu asesino, o tal vez esa sombra que se tumba a tu lado en la alfombra a la orilla de la chimenea a esperar que suba la marea.
Puedo ponerme humilde y decir que no soy la mejor, que me falta valor para atarte a mi cama. Puedo ponerme digna y decir: toma mi dirección. Cuando te hartes de amores baratos, de un rato, me llamas. Y si quieres también puedo ser tu trapecio y tu red, tu adiós y tu ven, tu manta y tu frío, tu resaca, tu lunes, tu hastío, o tal vez esa sombra que se tumba a tu lado en la alfombra a la orilla de la chimenea a esperar que suba la marea. O tal vez ese viento que te arranca del aburrimiento y te deja abrazado a una duda, en mitad de la calle y desnudo. Y si quieres también, puedo ser tu abogada y tu juez, tu miedo y tu fe, tu noche y tu día, tu rencor, tu porqué, tu agonía...

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